La Muerte de Afrodita

Había enloquecido. Corría por su estudio empuñando un martillo, tez desencajada, juicio perdido. Arremetía contra sus obras hasta humillarlas, desmenuzarlas, despedazarlas. Las esculturas, horrorizadas y conscientes de su trágico destino, parecían querer escapar en vano a tal infortunio, resignándose a contemplar, silenciosas y agonizantes, en vilo su macabro destino.
¡Ay! ¿Qué será de mí? Pregonaba la triste Afrodita de rasgos finos y empañados ojos brillantes, pues pese a sus lamentos también ella sucumbiría a la lujuria del voraz e incompasivo Urano.
Gemidos y lamentos ahogaron los estremecedores llantos que brotaron incesantes en la cámara mortuoria, antes galería de arte. Mas cuando las inútiles carreras habían por fin cesado, entre inertes y mutilados cuerpos en el suelo yacentes, aún una voz, instantes antes de expirar, se levantó para proclamar:
“Desgraciado tú, oh Creador nuestro que nos has destruido, pues de ti ya nada quedará tras tus cenizas. Date cuenta pues, que ahora, ya mismo, has alcanzado tu final”.
Tras ello, un desgarrado grito de horror resonando en la estancia.
Tras ello, un frágil cuerpo desalmado cae desplomado entre desfigurados rostros de cristal.
Tras ello, al fin, silencio.
By CORSSO

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